Adoptó a una bebé desahuciada y aunque sabía que iba a morir pronto para ella: «Fueron los mejores años de su vida»

Nuria Pérez conoció a Zoe en el 2014, una bebé con esperanza de solo un año de vida y segun sus palabras «FUERON LOS MEJORES AÑOS DE SU VIDA»

Para Nuria, conocer a la pequeña Zoe fue un impacto casi inmediato, al saber su diagnóstico decidió acogerla en su hogar. «Si va a vivir tan poco mejor que sea con una familia y no en un hospital» así que procedió a convertirse en su nueva madre legal.

Su día comenzó como cualquier otro, para Nuria sus horas se concentraban en su pequeño hijo, que dejó en el colegio, manejó de la escuela a su trabajo, recorriendo más de 70 kilómetros, llegó al hospital donde labora, se colocó su uniforme y entró a la sala de neonatología. Así comenzaba su día laboral de cerca de 12 horas. Dentro de su rutina se encontraba revisar las nuevas llegadas a este espacio del hospital y esto fue lo que la llevó a leer el expediente de la pequeña bebé.

Al principio creyó que se trataba de un menor que ya conocía, pero cuando revisó minuciosamente encontró la etiqueta con el nombre «Zoe». Una de sus compañeras en la sala la puso al tanto, ella tenía dos meses de haber llegado al mundo y en su expediente tenía subrayado la frase «Causa social: abandono». El diagnóstico clínico recitaba «hidranencefalia», una condición que se describe cuando en lugar de hemisferios cerebrales, se tienen dos bolsas con líquido. También se resaltaba que tenía máximo un año más de vida.

En una entrevista que Nuria concedió al portal Infobae desde un pueblo en zona rural llamado Santa Lucía, desde Argentina, cuenta que ella trabajó desde pequeña en la cosecha de arándanos para apoyar a la economía familiar antes de estudiar enfermería. Ella siguió viendo a la pequeña Zoe pasar las semanas en una pequeña cuna donde estaba condenada a crecer.

“Al no tener sus hemisferios formados no podía ver, tampoco escuchar, obviamente no iba a poder caminar. Pero sí tenía formado el tronco cerebral, lo que hacía que el funcionamiento de sus pulmoncitos y de su corazón estuvieran activos”.

En ese año, Nuria tenía 28 años, estaba separada y estaba criando ella sola a su pequeño de 9 años.

“Los niños en esa situación siempre son particulares para nosotros, el contacto es bastante mayor que el que tenemos con un bebé que tiene a su mamá y su papá para que lo asistan. Zoe no era mi paciente, pocas veces la asistí, pero igual siempre pasaba a verla y me quedaba un ratito con ella” Comenta en su entrevista.

Ella era residente del hospital Eva Perón, donde labora hasta el día de hoy. Ahí, ella conoce bastante bien los estragos de la pobreza que azota su comunidad, pues no era la primera vez que se encontraba con un bebé sin familia. Algo dentro de Nuria se conmovió y cuenta con una sonrisa que un mes y medio después de conocerla sin chitar le comentó a sus compañeras «Yo voy a ser la madre».

La lógica que siguió es que: En el ala donde labora en el hospital se sigue recibiendo a pequeños sanos pero en situación de calle, sin embargo es raro que haya un lugar y condiciones para tratar a bebés solos y discapacitados.

“No es que yo tuviera necesidad de ser mamá, lo pensé más que nada como una necesidad de ella. Pensé: ‘Si va a vivir una vida tan cortita sería bueno que tuviera una mamá, un hermano, abuelos, tíos, primos, una casa, una cama, su ropita, sus juguetes’”, relata Nuria. “Creo que hay muchas maneras de ser madre, y la adopción era una manera distinta a la que yo conocía”.

Para las compañeras de trabajo sus palabras no fueron ignoradas, a manera nombrar a la bebé más allá de «Zoe», comenzaron a decirle directamente a Nuria «Ven a ver a tu hija»

“Nuria, tu hija esto, tu hija lo otro”. “Yo quería adoptarla pero no me animaba. No sabía cómo iba a hacer, no tenía pareja, trabajaba 12 horas por día”. Comenta la enfermera.

“Hasta que un día volví a casa, me senté con mi papá, mi mamá y mi hermana y les conté la situación». Les dijo cuál era el estado de salud de Zoe, su pronóstico de vida y lo que había podido averiguar en el juzgado: que la mamá biológica había sido una chica muy joven, sin ninguna posibilidad económica de hacerse cargo de una beba con discapacidad. «Y bueno, me dijeron que si era mi decisión y yo estaba segura que ellos me iban a acompañar, que las puertas de casa estaban abiertas para Zoe”.

La historia con su hijo fue algo a parte, pues el pequeño Lázaro tuvo miedo al principio al ver la foto de la pequeña Zoe, pero esto el susto le duró poco pues se puso contento cuando su madre le explico todo sobre su nueva hermana “Le expliqué que no nos podía escuchar ni ver pero que la podíamos cuidar y él podía jugar con ella de alguna manera”.

Como paso final tomó en cuenta al padre biológico de Lázaro, puesto que de acuerdo a sus palabras “Él tenía derecho a proteger la integridad de Lázaro, porque iba a tener una hermanita que iba a vivir poquito tiempo, lo que podía provocarle sufrimiento. No sólo estuvo de acuerdo, se involucró tanto en su crianza que con el tiempo se convirtió en el papá de Zoe”. Para el agosto del 2014 la autorización judicial y un vestido nuevo, fueron a buscarla al hospital.

Nuria notó el cambio total cuando llegó a su hogar. “En el hospital estaba en una cunita muy chica en la que ya poco entraba, y bueno, acá tenía su cama. Dejó de tener las manitos cerradas, empezó a abrirlas”.

No solo vivió un año más, sino que se convirtieron en 5 años. La bebé tenía cuidados con un neurólogo, un fonoaudiólogo, un neurocirujano, un kinesiólogo, la llevaban a hidroterapia, se alimentaba por sonda y tenía una válvula para drenar el líquido cefalorraquídeo de su cabeza. Sin embargo, para Nuria, además de esto, ella comenta que el amor del que estaba rodeada la hizo romper las pocas esperanzas que le daban.

“Yo siempre la traté como a cualquier niño. Nunca en mi cabeza estuvo que ella sufría o ‘pobrecita, mi bebé’. La llevaba a la plaza, la subía a su cochecito, salíamos a comer en familia con ella: cosas normales que capaz que los padres de un niño con una discapacidad no se animan a hacer”

“Obviamente que tuvimos miedos, inseguridades, mucho más cuando se acercaba la fecha límite. Más allá de que uno supiera que en algún momento iba a suceder, nunca estás preparado para la muerte, mucho menos la de un hijo”.

Y con la sorpresa de todos llegó el día donde incluso posó frente a su pastel de 5 años. Todo este tiempo fue una alegría para Nuria, pero también tuvo días difíciles pues Zoe sufría de convulsiones, tenía que estar atenta a las escaleras de su hogar, y solía tener crisis respiratorias que la llevaban al hospital en ocasiones.

Pero llegó el temido día, el 12 de agostó del 2019, Nuria regresó de trabajar y notó que su hija estaba rara. “La llevé a mi cama, la abracé. Dormimos juntas esta noche”. Estuvo al pendiente cada hora de su respiración como si fuera parte de nuevo de su trabajo. A la mañana siguiente la llevó al hospital, y fue ahí donde sufrió un paro cardiorrespiratorio.

“El médico me ordenó que saliera y yo le dije que no iba a salir porque no la iba a dejar sola. Me trató mal, me agarró de un brazo y me empujó contra una mesada. Para mí fue terrible esa situación, le había prometido a Zoe que nunca la iba a dejar sola, ni siquiera en su peor momento”. Fue en ese momento que Nuria tuvo que tomar la que considera “la decisión más difícil de mi vida», esta decisión era no reanimarla, o intubarla y no sostener su vida de ninguna manera.

“Es que tal vez la reanimaban y salía y podía volver a casa, o tal vez quedaba intubada en un hospital hasta el final, prolongando la agonía, que era lo que ninguno de nosotros quería para ella”.

El 13 de agosto del año pasado, Zoe dejó este plano, a diez meses de que Nuria se había convertido en su madre de manera legal.

“Todavía estamos aprendiendo a vivir sin ella —confiesa, y respira hondo para poder seguir hablando—. Duele mucho, pero no me arrepiento de nada. Fueron los mejores cinco años de mi vida”.

Nuria escribió una despedida con la cual quiso transmitir todo lo que Zoe representó para ella en su cuenta de Facebook:

«Solo Dios, la vida y el universo saben lo mucho que te quiero, pero sobre todo lo mucho que me diste.

Te amé desde siempre, quién sabe si de esta vida o de miles antes.

Me diste mucho, más de lo imaginado. Es por eso que sólo quiero decirte gracias mi eterna niña: gracias por dejarme ser tu mamá, gracias por enseñarme todos los días que hay que ir para adelante.

No hay vacío en mi corazón y eso solo te lo debo a vos. Hoy nos dejaste físicamente, pero siempre estarás en mí en todas las situaciones de mi vida.

Te amé como a nadie, te cuidé como pude».

Esta gran mujer merece un reconocimiento igual que el de su acto, compártelo.