Un día nos convertirnos en los padres de nuestros padres

Desde el momento en que llegamos a este mundo nos encontramos con un panorama lleno de amor, comprensión y mucho cuidado para nosotros, somos el centro del mundo para nuestros padres.

Ese sueño que anida cada madre dentro de su vientre, el anhelo de un padre lleno de nervios y expectativas salen a flote desde el preciso instante que se sabe la noticia de que viene un nuevo integrante a la familia para llenarla de luz y alegría.

Para cada niño sus padres son unos héroes sin capa, son el refugio que buscamos cuando se nos presenta algún problema, los brazos que necesitamos esas noches de miedo y temor a lo desconocido.

Pero a medida que van pasando los años aprendemos que nuestros padres lamentablemente no serán eternos, por lo menos no terrenalmente y es allí cuando entendemos que llegara el momento en que nuestros padres serán nuestros hijos.

La vida va tomando su curso y vemos como empiezan a aparecer arrugas en su rostros y cuerpo, su cabello se tiñe de blanco y sus pasos se hacen cada vez más lento. Y es aquí cuando sabemos que los papeles se voltearon, que llego nuestro momento de brindarles a ellos esa seguridad, cuidado y sobre todo amor incondicional, aunque a veces nos sintamos desesperados.

“No es fácil tener la paciencia que requiere cada situación porque asumimos que ellos siguen siendo nuestros héroes aunque ya su vitalidad no sea la misma».

Y es que llegan a un punto en que debes repetir todo varias veces para que te escuchen y entiendan, debes caminar más lento para que ellos te lleven el paso. Pero ¿Acaso no fue eso lo que ellos tuvieron que hacer contigo?.

Es aquí cuando se ve realmente de que esta hecho tu corazón, es el momento que Dios y la vida te dan para retribuirle tanto amor a tus padres.

Mientras que ellos a su vez nos llenan la vida contando una y otra vez las mismas historias, esas en donde ellos realizaron grandes hazañas y solo quieren volver a revivir esos momentos aunque sea en su memoria y sentirse vivos nuevamente.

Así que vive cada etapa de esta vida sintiéndote agradecido por el nuevo día que Dios te brinda para hacer feliz a tus padres, no solo con regalos extravagantes, sino con el simple regalo del tiempo de cálida, del amor y el respeto.

Seamos agradecidos por todo el amor que nos brindaron cada día y seamos unos buenos padres para nuestros padres.

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