El terrible caso de Carmen Winsted

En las escuelas, los niños disfrutan de contar historias de terror para asustar a sus amigos; la más típica suele ser la del fantasma que se aparece en último baño. Y por esta razón, nadie usa ese inodoro, aunque los demás estén ocupados. Por lo general, estos relatos son falsos y sirven para pasar el rato; sin embargo, la historia de Carmen Winsted es real, y su maldición podría alcanzarte, incluso si no crees en ella.

Los hechos

Todo comenzó al finalizar el almuerzo, cuando la maestra anunció que toda la escuela debía participar en un simulacro de incendio. Dio las indicaciones y el grupo esperó a que sonara la alarma; todos siguieron el protocolo y en poco tiempo los alumnos estaban reunidos en el patio. El sol era abrasador; los niños estaban cansados y sudorosos pero sobre todo, aburridos.

Una de las acciones del simulacro era pasar lista para verificar que todos los alumnos se encontraran allí. Así que la maestra empezó a leer, uno tras otro, los largos nombres de cada compañero, que debía levantar la mano y decir «presente». Algunos estaban distraídos con sus propios pensamientos, intentando librarse del aburrimiento, y se olvidaban de responder, lo que generaba algunas risitas tímidas; pero esto no era suficiente para un grupo de amigas.

Una niña notó que otra de sus compañeras, de nombre Carmen Winsted, estaba parada muy cerca de una alcantarilla sin tapa. Y de pronto tuvo la mejor idea para burlarse de Carmen y hacer reír a toda la clase. Aún faltaba algo de tiempo para que la maestra leyera su nombre, así que pensó en empujar a su compañera para que cuando se escuchara «Carmen Winsted», ella y sus amigas pudieran responder «Está en la alcantarilla«.

En su cabeza se trazó el plan perfecto; incluso ya estaba imaginando el apodo que le darían a Carmen, y estaba segura de que en el futuro, todos la llamarían «la niña de la alcantarilla». Entonces puso manos a la obra, les comunicó el plan a sus 4 amigas, todas accedieron y como buenas cómplices, se acercaron a su compañera poco a poco, haciendo parecer que estaban jugando y que accidentalmente la tocaban.

Entonces la empujaron. Apenas se pudo escuchar el grito de Carmen y luego, silencio total.

Todo estuvo perfectamente calculado. Justo en ese momento, la maestra leyó el nombre de Winsted y las 5 amigas, orgullosas de su hazaña, comenzaron a gritar:

«Ella está en la alcantarilla»

Una y otra vez repitieron estas palabras e inmediatamente las risas de los niños invadieron el ambiente. Al principio, la maestra creyó que era una broma pero al buscar la cara de la niña no la encontró y la preocupación invadió su cuerpo. La maestra se acercó a la alcantarilla y al mirar adentro, su rostro cambió por completo, tenía un gesto de angustia y terror. Entonces los niños dejaron de reír y las sonrisas se borraron de sus caras, especialmente de aquellas 5 niñas que estaban más cerca.

Carmen estaba tendida dentro del hoyo, en una posición nada natural. Su cabeza estaba girada en 180° y su rostro ya no tenía piel, pero se podía percibir una extraña mueca, como si estuviera tratando de gritar. Su cara se había raspado en la caída y su cuello se había torcido, además, su cráneo estaba roto por el impacto contra el suelo. Pronto un charco de sangr3 comenzó a mezclarse con el agua sucia. La escena era verdaderamente espantosa.

Las cinco niñas se acercaron a observar, llenas de culpa. Estaban aterrorizadas al ver el cuerpo de su compañera. La autora intelectual de la broma contemplaba atónita la imagen, y una lágrima rodó por su mejilla. La policía llegó y concluyó que Carmen había perdido la vida a causa de la caída que le rompió el cuello.

Según el informe oficial, Carmen se destrozó el rostro al g0lpear5e contra las escaleras metálicas de descenso de la alcantarilla. Esto también provocó que su cuello se torciera y que su cabeza se fracturara al momento del impacto contra el fondo del pozo.

En pocas palabras, Carmen Winsted había muert0 de una manera horrorosa.

El cuerpo de la niña fue sacado de la alcantarilla y un olor nauseabundo la siguió en todo su camino hacia la puerta de la escuela. La policía comenzó con un interrogatorio al que todos debían asistir sin excepción. El grupo de amigas no podía delatarse, así que todas declararon que fue un accidente, que vieron cómo Carmen se resbaló y que ellas mismas intentaron detenerla pero no lo habían logrado.

El caso se cerró y quedó como un trágico accidente. Taparon la alcantarilla y poco a poco todo fue volviendo a la normalidad.

La maldición

Unos meses después del «accidente», los compañeros de clase de Carmen Winsted recibieron un extraño correo electrónico con el título «La empujaron». En el cuerpo del mensaje se afirmaba que a Carmen la habían empujado y no se había caído ella sola, como muchos creían. Juraba que no fue un accidente. También decía que los culpables debían asumir la responsabilidad o si no, sufrirían graves consecuencias. Algunos niños se asustaron y otros no hicieron caso, pero aquellas amigas se llenaron de pánico.

Los mensajes siguieron llegando pero ya nadie les prestó mucha atención. Entonces, a los pocos días del último correo, la tragedia se hizo presente de nuevo.

Aquella chica que fue la mente maestra del crimen estaba tomando un baño cuando de pronto escuchó una peculiar risa. Le pareció conocida pero había algo raro en ella, así que cerró la llave de agua para escuchar mejor y sintió que el sonido provenía de las tuberías. No pudo evitar sentir miedo así que salió del baño, se despidió nerviosamente de su madre y se fue a dormir.

Cerca de 5 horas más tarde, la madre se despertó al escuchar un portazo en la entrada principal, así que fue a ver lo que pasaba. Como nada estaba fuera de su lugar, volvió a su habitación pero en el camino decidió revisar a su hija y para su sorpresa, no estaba en su cama ni en ningún otro lugar de la casa.

La mujer llamó a la policía pero dados los hechos, parecía que la niña había salido por su propia voluntad, así que no comenzarían la búsqueda hasta 48 horas después. La progenitora estaba desesperada, así que convocó a sus vecinos para comenzar una búsqueda en los alrededores pero fue infructuosa.

Al día siguiente, el conserje de la escuela pasaba por el patio cuando notó que la tapa de la alcantarilla estaba a un lado, dejando descubierto el pozo. Entonces se asomó y descubrió algo terrible.

Una chica yacía al fondo exactamente de la misma manera que Carmen Winsted.

Se trataba de la niña desaparecida la noche anterior y la policía determinó que también había sufrido un accidente fatal; más específicamente, creían que se había su1c1dado. Al parecer, ella logró quitar la pesada tapa de la alcantarilla y se lanzó adentro. Como tenía una complexión parecida a la de Carmen, ella también se había destrozado el rostro con las escaleras y se había roto el cuello.

Ante este segundo evento trágico, las autoridades soldaron la tapa para que nunca más se pudiera abrir. Pero esto no iba a lograr detener la venganza de Winsted. Las demás culpables enfrentarían el mismo destino.

Llegó el turno de la siguiente compañera. En forma similar, la niña salió de su casa en la noche, levantó la tapa de la alcantarilla de la escuela y se lanzó de cabeza hacia el fondo. La escena se repitió y tanto niños como adultos estaban muy consternados; así que decidieron poner vigilancia las 24 horas para evitar que algún otro «su1c1da» llevara a cabo su acto.

Esto frustraba un poco los planes de Carmen, pero estaba decidida a castigar a todos aquellos que se burlaron de ella. Así que en lugar de tomar la alcantarilla de la escuela, comenzó a usar las próximas a los domicilios de sus víct1mas. Las otras tres niñas perdieron la vida de la misma manera, y sus cuerpos aparecían al fondo de una alcantarilla con el rostro sin piel y el cuello torcido.

Sin embargo, aunque la pequeña Carmen ya se había vengado de los culpables de su mu3rt3, aún no era suficiente. Poco a poco fueron apareciendo los cuerpos sin vida de sus compañeros de clase que no habían creído en los correos. Todos habían muert0 exactamente de la misma manera que ella.

En la escuela, comenzó a correr el rumor de que todos aquellos que no creían en que a Carmen Winsted la habían empujado, tendrían el mismo final trágico.

Durante la noche, mientras dormían, ella se apoderaría de sus cuerpos y los llevaría a una alcantarilla para que dieran su último aliento.

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