Los doctores tuvieron que hacer una cesárea de urgencia, cuando el papá vio a su bebé todos quedaron en silencio total

Cuando una familia recibe la noticia de que pronto habrá un nuevo miembro, la alegría no puede contenerse. Pronto los padres empiezan a pensar si será niño o niña, qué nombre llevará y cómo sera. Pero sobre todo, se preocupan por su bienestar; que esté saludable en el útero y que al nacer se mantenga así.

Lamentablemente hay muchas enfermedades congénitas que pueden afectar a los recién nacidos. Algunas son detectables desde ciertas etapas del embarazo mientras que otras se diagnostican en el nacimiento o incluso algunos meses después. La noticia de que su bebé tiene una rara enfermedad puede ser devastadora para los padres, quienes hacen todo su esfuerzo para ver que se recupere o viva en las mejores condiciones posibles.

Esto es algo que le sucedió a Jennie Wilklow, una joven madre que esperaba con ansias la llegada de su pequeña pero no se imaginaba lo que sucedería en el parto.

Instagram/harlequindiva

Ella y su esposo estaban realmente felices de saber que tendrían una hija. Asistían a sus citas médicas y todo parecía indicar que su bebé estaba completamente bien. Sin embargo, a las 34 semanas, Jennie acudió al hospital donde le indicaron que debía someterse a una cesárea de emergencia. En ese momento su preocupación aumentó pero mantuvieron las esperanzas de que todo saldría bien.

La operación fue todo un éxito, Jennie y su esposo sintieron un gran alivio al escuchar el llanto de su hija; pero unos momentos más tarde, se dieron cuenta de que algo andaba mal. La habitación había quedado en total silencio.

«Cuando la tomaron en brazos la escuché llorar y dijeron: ‘Es muy bonita’. Esa es la palabra que cada madre quiere oír, así que sonreí y me relajé» contó Jennie.

Al principio, parecía que la recién nacida estaba bien; pero unos segundos más tarde, los médicos y enfermeras se impactaron al ver el estado de la bebé y la atmósfera cambió por completo. El rostro y la piel de la recién nacida cambiaron, y no hubo nada que pudieran hacer para evitarlo.

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En cuestión de segundos, la piel de la bebé se endureció y comenzó a agrietarse, ocasionándole heridas en todo su cuerpo. Jennie percibió el pánico en el personal de salud, pero ellos le aseguraron que tenían todo bajo control con su hija y que estaría bien. Aún así, tuvieron que darle analgésicos a Jennie y además la pusieron a dormir para que se tranquilizara un poco.

Al despertar, un médico se acercó a la madre para explicarle la rara condición de su hija Anna. Nació con una enfermedad llamada «ictiosis arlequín».

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La ictiosis arlequín es una enfermedad congénita de la piel extremadamente rara. Existen varios tipos de ictiosis pero esta es la más grave de todas; el pronóstico para los bebés que la padecen no es bueno. Debido a la mutación de un gen, la piel sufre una alteración de la queratina, dando como resultado una piel dura e inflexible que se quiebra y forma heridas profundas en todo el cuerpo.

Además, los párpados y labios están al revés (debido a que la piel endurecida los jala), y tienen varias malformaciones: manos y pies no tienen la forma normal, pueden carecer del conducto auditivo y también pueden presentar microcefalia. La mayoría de los bebés que padecen ictiosis arlequín fallece a los pocos días o semanas de su nacimiento. Las principales causas son la deshidratación y la sepsis, ya que sus heridas son propensas a infectarse. Sin embargo, hay algunos que con tratamientos especiales logran llegar a la adolescencia.

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«El silencio de mi marido me asustó; estaba sentado en estado de shock cuando los médicos se marcharon. Solo pudo decir: ‘Esto es grave'», relató Jennie.

La madre comenzó a buscar información sobre la enfermedad de su pequeña y se dio cuenta que la calidad de vida que le esperaba era terrible. «Entonces me permití tener ese pensamiento, ya que en esos momentos de mi vida estaba terriblemente confundida y me sentía muy sola. Por eso pensé que lo mejor para mi hija era que se muriera», confesó.

Pero Anna resultó ser una niña muy fuerte y logró sobrevivir. Los médicos hicieron todo lo posible por cuidarla hasta que finalmente la dieron de alta y sus padres pudieron llevarla a casa, donde tendrían que seguir con los cuidados especiales.

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«Cada dos horas cubría su cuerpo con vaselina y la bañaba durante unas horas al día», explicó Jennie.

Ella sabía que a partir de ese momento su vida cambiaría por completo, especialmente por los cuidados que debía darle a su hija. Pero afirma que Anna le dio una perspectiva de vida totalmente nueva: «Me di cuenta de que, si ponía límites a lo que ella podía alcanzar, su desarrollo quedaría bloqueado. Entonces decidí poner el listón bien alto. Me dije que el objetivo sería que ella hiciera lo que quería hacer y ese mismo objetivo me lo aplicaría a mí misma».

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Entonces, esta madre decidió abrir un perfil de Instagram para compartir su experiencia con el mundo. Ahí cuenta sus momentos altos y bajos y muestra cómo es la vida de su pequeña, tratando de inspirar a otros.

«Ahora entiendo que la recibí por el amor que ya tengo en el corazón por mi hija. Anna estaba destinada para mí, y yo para ella, y juntas mostraremos al mundo lo hermoso que puede ser», concluyó Jennie.

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