Ubicado cerca del río Cypress Creek y de Wimberley en Texas, puedes encontrar uno de los destinos turísticos más atractivos del estado, sin embargo y a pesar de su belleza, el Pozo de Jacob es más peligroso de lo que parece.
El lugar es subterráneo y cuenta con unas aguas cristalinas increíbles, un sistema de cuevas y acuíferos subacuáticos que se conectan entre sí; el sitio ha despertado tanto interés por su composición que exploradores y buzos han emprendido varias expediciones para inspeccionarla.
Su apertura presenta una boca de cuatro metros de diámetro y diez metros de profundidad. Conforme avanzas a la parte más profunda se nota que el pozo se divide en cuatro cuevas separadas, que llegan a alcanzar una profundidad de unos cuarenta metros en su conjunto.
La primera cueva subacuática tiene excelente iluminación solar y pueden ver agua peces y algas. Esta a 9 metros de la superficie y puede alcanzar los 16 metros de profundidad.
La segunda cueva tiene una entrada estrecha en la que una persona puede quedarse atrapada (algo que ha sucedido con anterioridad). Se encuentra a 24 metros de profundidad y la luz apenas puede notarse.
La tercera está formada por grava suelta, por lo que no pueden acercarse a sus paredes por el peligro a los desprendimientos.
La cuarta cueva se conoce como la cueva virgen y es el mayor problema para los exploradores y aventureros. Su entrada es sumamente estrecha, por lo que un buzo con una bomba de oxígeno no podría pasar por ella. Gran parte de su estructura está compuesta por sedimentos de piedra caliza que al agitarse pueden producir un derrumbe.
Desde principios del siglo XX, el pozo ha sido explorado por una gran variedad de personas pero ninguna misión ha tenido éxito en llegar hasta el final. Tuvieron que pasar muchos años para que equipos profesionales pudieron hacerlo a través del Proyecto de Exploración Poço de Jacó, con el objetivo de cartografiar toda la red de cuevas.
Para tener éxito debajo del agua es necesario tener en cuenta la temperatura y visibilidad para hacer la inmersión.
Sin embargo y debido a la poca información que se tiene, muchos buzos han entrado al pozo pero no han vuelto a salir. Recientemente, en el 2015, Diego Adame de 21 años se sumergió y documentó su experiencia en un video.
El verdadero problema comienza cuando pierde una de sus aletas y obviamente es casi imposible intentar seguir, con tal de sobrevivir, se deshizó del peso que traía y pudo subir antes de quedarse sin aire.
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